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Al Socaire de El blog de Angel Arias

El valor de los números

Estamos viviendo la época dorada de la precisión. Tenemos instrumentos para medirlo casi todo, y a nivel individual, además.

Un amigo mío ha instalado en su casa una estación metereológica completa, y sigue con exactitud la evolución de la humedad, contenido en óxido nitroso, anhidrido carbónico, partículas en suspensión, temperatura, velocidad del aire y no se cuántas variables más, ¡en cada una de las esquinas de su terraza!

Otro ha incorporado a su iphon varios programas que permiten recolectar instantáneamente, valores que nadie imaginaría, antes de la llegada de la tecnología al alcance de cualquiera, que pudieran llegar a ocupar hasta la obsesión las horas de ocio de un tipo, por lo demás, normal.

Uno de esos programas, le sirve para conocer los decibelios ambientales que soportan sus oídos (de él), separando incluso los ruidos de fondo de los ocasionales y, con solo darle a un par de teclas del adminículo versátil, se pueden obtener los valores históricos de varios años, agrupados en funciones de densidad según las marcas de clase que uno quiera y tomando los intervalos temporales que le apetezcan, calculando, por supuesto, la moda, la desviación típica y la media, así como los valores máximos y mínimos diarios.

Otro colega de la oficina me explicó que está enganchado a un programa que utiliza varias escalas (incluídas la de Richter y Mercalli) para poner un número (bastante críptico, en realidad) a los movimientos parasísmicos que se operan en nuestra mesa de reuniones y, sintiéndose actualmente incapaz de controlar su adiccíón, se complace en indicarnos el valor alcanzado cada vez que alguien estornuda, o se le cae al suelo la botella de agua; su momento estelar fue, cuando, en el curso de una discusión acalorada, un cliente dió un puñetazo sobre la mesa y el tipo nos anunció que se había alcanzado, momentáneamente, los 4,2, información a la que atribuyo, creo que con razón, la pérdida del contrato.

No son pocos los obsesionados por hablar de números, aunque advierto una tendencia a cuantificar  sobre todo aquello que -al menos para mí- carece de interés. En general, observo que se nos están dando continuamente cifras, bombardeándonos de datos, sin extraer consecuencias respecto a ellos, ni ayudarnos a sacar, con fundamento en tan precioso material, alguna conclusión.

Cuando se nos ofrece un partido de fútbol televisado, los comentaristas no paran de obsequiarnos con cifras: posesión del esférico, faltas cometidas, número de minutos que un jugador concreto ha estado en el campo, penalties que un árbitro ha pitado en los últimos tres años, ... si de otros deportes se trata, no me extrañaría que se adujeran las veces que una tenista ha utilizado un tipo de playeras. 

Por procedimientos que adivino dificultosos, pueden medirse, ya con precisión extrema, los minutos de posesión de balón de cada uno de los miembros de los equipos en liza, en cualquier acontecimiento deportivo, incluso el jokey sobre hierba o el tenis de mesa; y sabremos, al final de cualquier contienda y según su tenor, desde cuántos kilómetros ha recorrido cada futbolista, a cuántas pedaladas ha soportado cada ciclista, o el número de pasos, inspiraciones y expiraciones o toques del pelo con la mano que realiza cualquier personaje, sea político, sindicalista, invitado a Gran Hermano o caído de un guindo la noche anterior.

Pero ¿qué significa, en verdad, superar el 5,3% o el 5,8% (o el 25%, ya puestos) el pib de un año y qué razón guarda este hecho, que no parece preocupar a países menos obedintes que nosotros, con fastidiarnos lo bien que lo estábamos pasando?. ¿Cómo y quienes lo miden con tanta exactitud, si el gobierno anterior, con los mismos funcionarios, llegó a otras conclusiones? ¿Porqué no hablan los que manejaron otras cifras, en lugar de aceptar puestos en consejos de administración de empresas cuya actividad resulta un arcano para la mayoría? ¿Qué fiabilidad tiene cualquier cifra económica -y, en su caso, con qué margen de error se calcula, si no somos capaces -por ejemplo- de detectar el porcentaje de economía sumergida que nos está permitiendo soportar esta crisis persistente?

Y, aunque no sea cuestión de cifras, sino de niveles comparativos, y sin que ello signifique apuntar en una direccion concreta, sino a tiro granado:¿Es más importante que a un presidente de Comunidad le regalen un par de trajes o que se creen unos cuantos suplementos a las pensiones con subvenciones agrícolas? ¿En qué tipo de activos -financieros, inmobiliarios, atípicos, erráticos- están contabilizados los miles de millones de euros con los que las entidades financieras sostienen la fantasía del valor irreal de los pisos que se fueron quedando cuando sus clientes no pudieron pagar las cuotas que habían convenido, con valoraciones que obligatoriamente debían hacer sus propias entidades de tasación?

Día de preguntas, pues. Un profesor de matemáticas nos decía a los alumnos que lo que no se puede cuantificar, no se sabe. Pues me parece que tenemos el saber muy polarizado hacia lo que menos importa.

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