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Al Socaire de El blog de Angel Arias

Sobre la incapacidad para generar empleo en España

Tenemos 5 millones de parados en España, un  número que aún no ha dejado de crecer y que resulta, por ello, la demostración más evidente de que la situación de crisis no ha cambiado, es decir, de que no sabemos cómo generar puestos de trabajo.

Nos resultan dramáticas, porque no podemos decir en absoluto que sean cómicas, las reiteradas declaraciones de los representantes del gobierno por las que, una y otra vez, sin importarles el paso del tiempo, afirman que estamos a punto de cambiar la coyuntura, y que la crisis ha tocado fondo. ¿Qué fondo? ¿Un fondo que se desliza con quienes se apoyan en él?.

Para quienes tenemos nuestro observatorio de la realidad en la calle, en la observación independiente de lo que sucede, no hay razón para creer que la situación económica pueda modificar su signo en el corto plazo.

Tenemos un sistema productivo inadecuado para nuestra naturaleza territorial, económica, social e histórica. Hemos copiado sin análisis ni adaptación modelos de desarrollo de otros países -particularmente Francia y Alemania- que disponen de estructuras mucho más complejas, tecnológicamente mucho más avanzadas y un comportamiento colectivo de respeto institucional más maduro y disciplinado.

Debemos elegir el perfil preferente, lo que deseamos ser.

Si queremos ser un país de servicios -hostelería, hospedería, gastronomía, transporte, informática, telecomunicaciones, ingeniería, ...- habrá que apoyar a los profesionales y empresarios de estos sectores con plena decisión, dándoles financiación, formación, estímulos publicitarios y facilitando su coordinación y empuje colectivo. Tendremos también que valorar nuestros puntos fuertes y las consecuencias de las debilidades.

Si pretendemos competir tecnológicamente en algún área, habrá que seleccionar cuidadosamente aquellas en las que estemos mejor preparados, con una base empresarial ya existente y unos contactos exteriores comerciales que garanticen aceptablemente el crecimiento de esa posibilidad. Por supuesto, habrá que dotar de facilidades de financiación a las empresas que actúen en el sector y coordinar la cobertura de la formación que precisen sus actuales y futuros empleados con los centros educativos.

No se espere que un desempleado sea capaz de generar por arte de birlibirloque su puesto de trabajo, convirtiéndose en autónomo de la noche a la mañana. El incremento del número de peluquerías, bares y mercerías no generará más que una apariencia efímera de actividad, y hundirá las economías familiares aún más.

Hay que formar el espíritu de competitividad y la voluntad de asumir riesgos controlados desde las Universidades. Con un profesorado imbrincado en el mundo real y un alumnado motivado en su condición de élite, sí, pero solo en cuanto sea capaz de servir mejor a la sociedad con su talento.

Mención especial en toda estrategia de desarrollo han de tener los grandes grupos empresariales y financieros que actúan en un país. Es imprescindible activar la cohesión y el compromiso de estos intereses con los colectivos. Las cabezas visibles de estos colosos económicos de nuestro entramado productivo, han de asumir la responsabilidad social con el país, como parte indisociable de su responsabilidad ante esos accionistas que, en buena parte de los casos, carecen de cara y ojos para la ciudadanía.

Parafraseando algo que les gusta decir a esos ejecutivos cuando hablan a sus Asambleas Generales, tenemos que aumentar el valor de lo que hacemos, pero no solo para los accionistas, sino y sobre todo, para la sociedad en conjunto. De otra forma, no merece la pena mantener ni el mercado ni la fantasía de progreso. El futuro o es de todos, o de ninguno.

 

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