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Al Socaire de El blog de Angel Arias

Sobre ética y responsabilidad social

La dinámica social pone de moda algunos vocablos y destruye otros. Viejos perros con nuevos collares. Responsabilidad social corporativa y desarrollo sostenible (o, mejor, sustentable) son dos expresiones que han hecho fortuna.

En el entorno occidental, (donde se agrupan, condicionados por el miedo y su obsesión por el placer, el 25% de los ciudadanos del mundo, compulsivamente rodeados de aparatos rápidamente obsolescentes que les proporcionan desde movilidad hasta agua caliente), ninguna organización -pública o privada- se atrevería a negar que no profesa sincera y profunda adoración por ambos dioses del devocionario colectivo.

Después de haber llegado hasta aquí o cerca de aquí impulsados por una religión monoteísta muy bien hilvanada con lo mejor que se iba encontrando en el camino de perfección, el mundo occidental ha entrado en crisis de valores y, en la renovación de las pautas de comportamiento colectivo, la mayor parte de las Constituciones estatales más elaboradas se han declarado laicas, es decir, ajenas a analizar las razones de Dios y a investigar sobre su naturaleza, renunciando a sacarle partido a su hipotética relación con el hombre. 

La situación es delicada. Si no se dispone de la amenaza de las penas del infierno en el más allá para controlar los deseos de actuar contra las normas divinas, hay que recurrir a la legislación para castigar a los trasgresores en el más acá; si se han roto, nuevamente, las Tablas de la Ley, habrá que volver a escribirlas sobre la placa indestructible de la ética universal.

A nivel personal, la idea de lo que está bien o mal -siempre en relación con el otro- aparece definida muy claro en la intimidad del pensamiento de cada uno. Tiene muchos elementos comunes con todos los demás seres humanos y algunos que son específicos de la formación y exigencia de comportamiento que cada uno se haya ido imponiendo, y de la consideración que tengamos a ese otro. (1)

A nivel colectivo, las sociedades necesitan normas de comportamiento impuestas o exigibles, porque no está nada claro que existan unas normas éticas generales impresas en el alma social. Esas normas son particularmente importantes para controlar las actuaciones de las grandes empresas.

No se puede olvidar, por ejemplo, que empresas petroleras (Shell, Exxon, BP, ...) o de servicios (Wal-Mart, Chevron,...), regidas por puros intereses mercantiles, tienen mayor facturación y, por tanto, mucha más amplia capacidad de acción, que el PIB de la mayor parte de los países (manejan cifras equivalentes, por ejemplo, a las de Bélgica, Polonia, Suecia, Noruega,...).

La Fundación Rafael del Pino ha traído a Madrid, el 3 de febrero de 2011, a varios de los ponentes de una jornada que tuvo lugar en Barcelona el 31 de mayo del año pasado, para presentar un libro colectivo que recoge y amplía las comunicaciones presentadas entonces. "Hacia una nueva ética económica global. Innovación vs. statu quo" es el título.

Un regalo. Una invitación, plagada de sugerencias, para reflexionar sobre lo que nos merece la pena corregir. El futuro de la humanidad ya no depende de lo que nos regalen los dioses, sino de lo que conformemos los seres humanos con lo que está puesto a nuestro alcance.

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(1) A nivel general, no sería objetable, por ejemplo, tener una relación extramatrimonial o fuera de la pareja. Pero puede convertirse en un motivo grave de sentimiento de culpabilidad -sin necesidad de que la situación haya trascendido a ningún ámbito externo- , de acuerdo con la formación recibida y, sobre todo, con la convicción de "haber traicionado" la confianza del otro.

 

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