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Al Socaire de El blog de Angel Arias

Sobre los disfraces más comunes

Las fiestas del Carnaval suponen una explosión de alegría y una invitación a la diversión, incluso al desenfreno. Mucho se ha escrito sobre ellas, su origen pagano, su recuperación para subrayar, desde la perspectiva cristiana, la inevitable relación entre carnalidad, disfrute y muerte y así, mover a la reflexión sobre lo corto de la existencia.

Como origen de la Cuaresma, y depojadas hoy de su carga religiosa, son un símbolo de la sociedad hedonista, que cree liberarse de la realidad ridiculizando aquello que más teme, sepultando en una muestra de alegría colectiva lo que más daño nos hace: el pensamiento de la muerte.

Los disfraces forman parte sustancial del Carnaval. Con el disfraz nos ocultamos, pero también nos presentamos de manera diferente a la habitual, ante los otros. Nos ocultamos, vemos sin ser vistos, y solo descubrimos nuestra verdadera identidad cuando nos apetece.

El disfraz es algo diferente al vestido, a lo que se lleva por moda o por resguardarnos del calor, de la impudicia o del frío. El disfraz alcanza categoría de tal cuando está claro que, interpretando nuestro personaje habitual, jamás nos presentaríamos así. Por eso, podemos disfrazarnos si desempolvamos del arcón el traje de la bisabuela o nos cubrimos con un traje de otro lugar, de otra cultura.

Hay quien se gasta mucho dinero en disfrazarse, quien se limita a tapar el rostro, o quien utiliza un derroche de imaginación y fantasía.

Resulta curioso que una parte de los disfraces masculinos consistan en disfrazarse de mujeres, incorporando unos pechos prominentes, medias caladas y tacones a la figura. Pocas mujeres se disfrazan, sin embargo, de hombres: los disfraces de las regiones cálidas consisten mayoritariamente en adornarse con plumas y ropajes vistosos, o desnudarse hasta límites muy cercanos al quebrantamiento del pudor.

Las madres disfrazan a sus niños de gatitos o conejitos o soldados y bandidos. En las fiestas de sociedad, ellos suelen ir vestidos de Charlot o de árabe (evidentemente, menos en los países árabes) y ellas de vaqueros con pantalón corto o de chica años veinte (del pasado siglo). Por la calle, se verán muchas caretas de monstruos, zapateros, rajoyes y calaveras.

He aquí alguna relación de disfraces originales: mesa camilla (utilizando la cabeza de florero); abeja (empleando dos coladores como ojos y dos bolsas de la basura como alas y, obviamente, con una camiseta a rayas amarillas y negras); aborto (no olvidarse del cordón umbilical y una leyenda adecuada: yo pude ser premio nóbel); chulo de meretrices (convencer a varias amigas para hacer la cohorte y así, eventualmente, ganar algo de dinero); personaje a caballo (un amigo puede hacer de acémila); caperucita y el lobo; lápiz y papel; culo y supositorio; pie y zapato; pájaro y nido; ...

El disfraz que más nos inquieta, sin embargo, es el de observador. Oculto detrás de una cámara digital, el observador obtiene fotografías de cuanto le rodea y, al llegar a casa, repasa las historias que pudo haber vivido, de haber tenido la valentía de mostrarse a los demás tal como es.

1 comentario

jenniffer carmona -

muy buenos los disfraces y originales
los felicito muy buenos me ayudaron vastante