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Al Socaire de El blog de Angel Arias

Sobre las relaciones de España con Marruecos

La visita de los Reyes de España a Ceuta y Melilla ha despertado el lógico fervor entre los ciudadanos españoles de estas ciudades, y ha dado argumentos para el enfado de la corte de la singular dinastía alahuí que encabeza un personaje del medioevo llamado Mohamed VI.

Son muchos los agravios que dice -por la vía de su portavoz Fuad Alí Himma,  haber sufrido el mandatario marroquí en la mejilla de su pueblo, que dice ser la suya. Con esos argumentos peregrinos, ha retirado al embajador en España, Omar Azziman, y parece estar a punto, en su pataleta, de romper las relaciones diplomáticas con un país que le ha ayudado de forma muy desprendida.

No es la primera vez que toma esta decisión, pues ya adoptó una medida similar hace seis años, y la mantuvo durante quince meses, sin que le fuera especialmente mal, ya que las empresas españolas siguieron invirtiendo en el país vecino, cuya falta de seguridad jurídica y alta corrupción son el principal escollo para superar la declarada francofilia de los que cortan el bacalao (o el cuscús) en Marruecos.

Las empresas constructoras y de servicios, por ejemplo, han perdido mucho dinero y derrochado esfuerzos en este país, en el que los clanes, castas y la devoción extranatural al monarca y a lo que le rodea pertenece a comportamientos muy poco modernos.


Como al monarca marroquí la historia no le importa, Ceuta y Melilla son ciudades ocupadas por el invasor español, a pesar de que estas plazas pertenecen al Reino de España desde mucho antes que Marruecos existiera. Cualquiera que conozca la zona sabe que no existe comparación alguna entre estas florecientes ciudades, en las que se ha mantenido durante siglos el estímulo desde la península y el depauperado país vecino, siendo Nador el claro ejemplo de una ciudad que vive gracias al trabajo y la actividad generados en aquellas.

Eso debe saberlo Mohamed VI, pues aunque tenga su tiempo ocupado con otros menesteres, uno de los diecisiete palacios del monarca (que debe tener de primo del Rey Juan Carlos el mismo parentesco que del Rey de Copas) está junto a Melilla y por ello, suponemos que podrá observar con sus prismáticos, si es que no desea visitarla personalmente, la floreciente vida de esa hermosa ciudad española, tan andaluza.

A Mohamed y su séquito les ha molestado también la iniciativa del juez Garzón para investigar el genocidio de más de 500 saharaúis por la guardia marroquí. Tampoco les gusta el desalojo de un poblado ilegal en Cañada Real, en el que 40.000 personas, en gan mayoría marroquíes, habían tomado esa zona protegida como una invitación al asentamiento. En cambio, no se pronuncian acerca de la filiación marroquí de un buen número de los convictos por el atentado del Once M, ni, por supuesto, por las jugosas remesas que los inmigrantes de ese pobre país envían desde España, en donde han encontrado un país de acogida cordial.

Como bien dice el refrán, el que se pica, ajos come. Que no se les atraganten a los desorientados y francófilos dirigentes marroquíes. Los más sensatos, por enterados y honestos, intelectuales marroquíes, saben valorar bien las diferencias entre la colonización francesa y la cooperación que desde la parte española se ha brindado siempre al vecino país.

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