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Al Socaire de El blog de Angel Arias

The Cides House Rules

Las Normas de la Casa de la Sidra (The Cider House Rules) es el título de la magnífica película dirigida por Lasse Hallström, y que todos hemos visto, al menos, un par de veces.

Su titulo en inglés me ha sugerido una variante, un trastrueque, que el lector apresurado, casi me atrevería a apostar doble contra sencillo, no ha advertido. Cides, y no Cider, es el ente que fija las reglas.

Y me propongo, explicar, claro, a qué me refiero, una vez que adelante que Cides son las siglas del Comité de Ingeniería y Desarrollo Sostenible.

A medida que me he ido haciendo mayor, me ha maravillado la poca capacidad que los españoles desarrollamos para conocernos a fondo. Aunque amigos del cotilleo y, tradicionalmente, objeto y sujeto de envidias sanas y malsanas, conocemos poco de los otros, aunque creamos saberlo todo. Alguno dirá que es por prudencia o timidez. Me inclino a pensar que es por desinterés, por dejación, por desprecio.

Siempre que tuve oportunidad, organicé reuniones entre gentes afines o no, entre colegas como entre competidores, entre expertos como legos, hombres y mujeres. La combinación pocas veces dejó de ser efectiva, y dejó de dar lugar a informaciones interesantes, debates fértiles, consecuencias sensatas.

En el restaurante que fue de mi propiedad (AlNorte), tuvimos durante tres años, todos los meses, cenas-tertulias sobre los temas más diversos y con los contertulios más variados y, en algún caso, insospechables. Me complací en organizarlas en el Colegio de Ingenieros de Minas, en la Sociedad Regional de Promoción de Asturias, en la Cámara de Comercio española en Alemania, ... y, por supuesto, en mi casa.

También las propuse realizar en el Cides. Las Normas -no escritas- eran simples: elegir un tema de interés común y suscitar un debate abierto, sincero, dando prioridad a la experiencia respecto a las elucubraciones, y evitando los lugares comunes, las nociones sabidas, el lucimiento personal. El debate no debería durar más de dos horas y uno de nosotros actuaría como moderador-provocador.

Ya hicimos uno de esos debates. Fue hace cuatro o cinco años, sobre el agua. Fue muy interesante.

Están de moda los debates. En general, lo que enncuentro en común es que los contertulios no se escuchan, se interrumpen con agresividad que solo puede estar justificada por el deseo de aumentar la audiencia y, claro, aniquiliar los argumentos del contrario y, casi como norma general, no tienen mucha información sobre lo que hablan. Habría que disculparlos, porque, cada día, se les obliga a opinar de los temas más variados, convirtiéndolos en Kalikatres sapientísimos, de grado o a la fuerza.

Ah, vuelvo al Cides, a todos los Comités que se reunen a diario, bajo múltiples y evocadoras advocaciones, en España. Opino que es imprescindible que en nuestro país, los que saben, pierdan el miedo a exponer sus ideas y, aún más, es imprescindible que, los que no saben, se callen de una vez, dejen de hacer ruido.

Y, amigos de todas las Casas de la Sidra reales o ficticias, no basta tener Normas y colocarlas con una chincheta en la pared: hay que cumplirlas y, para conocer qué dicen, hay que leerlas, y admitir que "son para nosotros".

 

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