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Al Socaire de El blog de Angel Arias

Jueces, juicios y jurados

Nunca me gustó ser miembro de jurados de certámenes, justas literarias, concursos de méritos o cualesquiera de los diversos modos que una parte de la sociedad elige para distinguir ante el resto lo que es más correcto, le gusta o prefiere mejor.

Pero en esas contadas ocasiones he podido comprobar que la unanimidad no existe por principio, que las opiniones respecto a lo que merece la selección varían, y de que, dependiendo del ardor del que defienda una opción o la resistencia de los que discrepen de ella, puede salir adelante como vencedor lo que no hubiera pasado, para otros o para los mismos en otras ocasiones, el filtro de lo destacable.

En la presentación de uno de los premios del Concurso de Novela corta Café Gijón, Eduardo Haro Teclen explicaba, con evidente sorna, que cuando varios amigos crearon el certamen, se confabularon para darse, ante todo, el premio a ellos mismos.

Es la opción generalmente seguida, aunque no siempre admitida: se crea un premio para premiarse a sí mismo, a los que lo organizan y programan. Y, por tanto, la mayor parte de los concursos tienen corta vida. Cuando se ha premiado a los amigos, a las personas a la que se quiere rendir tributo por cualquier razón, desaparecen las convocatorias, fenece la intención.

Aunque no sea así exactamente, cuando varios expertos -no pongo las comillas, pero ruego al lector que las vea- se reúnen para juzgar, están vertiendo sobre la materia que tienen ante los ojos su propia concepción subjetiva de lo que es óptimo que, por supuesto, es lo que ellos hacen o les gustaría hacer.

Las pocas veces que me presento a un concurso como candidato hago lo que supongo hacemos todos los escritores o artistas, cuando buscamos el dinero o la efímera gloria que proporciona un certamen: imaginar lo que le gustaría al jurado.

Casi nunca he acertado. Pero siempre que me han dado un premio en esas condiciones, mi satisfacción no proviene del galardón en sí, sino de haber acertado en servir de opción para la resolución del conflicto de opiniones y gustos que, estoy seguro, se habrá generado cuando cada miembro del jurado presenta sus candidatos.

 

 

 

 

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