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Al Socaire de El blog de Angel Arias

El Club de la Tragedia: Divorcio en los Poderes

El trío de conveniencia -poderes legislativo, ejecutivo y judicial- en cuya civilizada separación un tal Montesquieu cifró, copiando a los anglosajones, la libertad de un sistema político, en España parece estar decidido a avanzar un paso más: el divorcio.

No les bastaría, a algunos de sus miembros cualificados, con guardar las apariencias de un distanciamiento respetuoso. Se acabó con lo de "acatamos, aunque no compartimos" de algunas decisiones judiciales. Caigan las máscaras. Lo de "la justicia es un cachondeo" no era resultado de un calentón. 

El divorcio deriva de la voluntad de injerencia entre poderes que se querrían estancos. Jueces políticos, políticos jueces, ministros diputados, diputados encausados, beneficios y prebendas desaforados...

Un diputado de Almería, después de la lectura del Auto de un magistrado de la Audiencia Nacional en la que se juzgan (o sea, se califican) los hechos sucedidos en las manifestaciones populares ante el Congreso a finales de septiembre de 2012, ha expresado, meridianamente, el estado de los ánimos entre poderes: "el juez se ha comportado como un pijo ácrata".

No importa que la (des)calificación sea ininteligible, porque el ánimo de injuriar se sobreentiende. S. Sª se ha permitido exonerar de toda culpa a quienes organizaron un cerco al lugar de encuentro de quienes legislan, dada -indica, dogmático- la "decadencia de la clase política".

En realidad, por actuaciones que, por demasiado recientes, el pueblo llano no puede olvidar, que la "decadencia de la clase judicial" -no toda, pero no estamos en momento de matices- se ha hecho también evidente. Así que, en este punto, llevamos dos de tres.

De la "decadencia del Gobierno", conseguida en menos de un año de ejercicio del poder ejecutivo, tampoco caben dudas, sin necesidad de que lo expresen en este caso los jueces (que tienen caminos ya trillados para hacerlo, por la vía ancha del Tribunal Constitucional), pues los propios diputados de la oposición se encargan de expresarlo a diario, para conocimiento general.

Pleno, pues.

La reconciliación aparece inviable, pero el divorcio, que es el camino posterior a la separación (incluso de los tríos) es imposible. Los poderes se habrán creído, a fuerza de oírselo repetir a sí mismo y a los otros dos, que son totalmente independientes, pero tienen un punto común irrenunciable, que es de dónde proceden.

Y si se pierde esa noción, no quedará otro remedio que poner orden, barajando las cartas otra vez. 

Esto es así, porque, como dejó escrito el tal Montesquieu, el poder último pertenece al pueblo, que es quien, dadivoso, pensando en lo que le resultaría conveniente, lo repartió entre representantes de los tres estamentos. Siendo el autor del guión, siempre podrá replantearse las funciones de los actores y, en especial, la forma cómo se hace la selección (el cásting) y, en su calidad adicional de público, es el único capaz de realizar el control, juzgando la bondad de la representación, de quienes detentan los papeles.

Parodiando la reflexión de Job ante la prueba de la adversidad a que fue sometido, si no valiera ya a estas alturas del agnosticismo lo de "polvo eres y en polvo te convertirás", recuerden quienes tienen poder delegado que eso que ostentan con tanto orgullo "el pueblo se lo dió y el pueblo se lo puede quitar. En nombre, bendito sea, de la democracia"

Que añado, yo, aunque eso de la democracia no sepamos bien lo que es, ni siquiera tengamos la seguridad de que exista plenamente, necesitamos creer en su contingencia. Concéntrese en su trabajo, señores; que con hacer lo suyo bien, ya tienen bastante y, en realidad, para lo que vamos buscando, no necesitamos otra cosa.

 

 

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