Blogia
Al Socaire de El blog de Angel Arias

La vuelta al mundo de las maletas

Vicente Blasco Ibáñez (1867-1928) recogió en unas crónicas de lectura muy recomendable, mezclando magistralmente inteligencia emocional y erudición, el viaje que emprendió en 1923 para dar la vuelta al mundo.

Recogidas en tres volúmenes, esas impresiones, tituladas para la posteridad como "La vuelta al mundo de un novelista" son un ejemplo para viajeros y un deleite para sedentarios.

Viajar ha dejado de ser una fuente de conocimiento, para concentrarse en su expresión más cutre: una exhibición de dineros. Para los que pueden permitírselo, está de moda viajar y, cuanto más lejos, mejor. Y el objetivo es poder contarlo, antes, durante y después, a los que se quedan. No lo que se descubre, no lo que se ve o siente, sino, sencillamente, que se pasa por allí.

Los recién casados vuelven de su viaje de luna de miel, con el bronceado adquirido en remotos lugares y miles de fotografías en las que se ven toallas, trozos de playa y chapoteos en el agua, además de habitaciones de hotel y piscinas.

Las parejas de edad más avanzada que cumplen, al borde de caer en brazos del Alzhéimer, su "sueño de conocer el mundo" no mejoran el ratio, más bien lo igualan: recorren en quince días miles de kilómetros, y resumen la proeza con un "me gustó mucho" o "ir a ese sitio no merece mucho la pena", agotados por el frenesí de hacer y deshacer maletas prácticamente cada día, haber superado una diarrea (hoy llamada, con pudicia estulta, gastroenteritis) y correr de un sitio para otro, con el verdadero objetivo de no perder el avión que les devolverá a casa.

Mejor me parecen las formas y maneras, aunque en parte se haga a costa de los que cotizamos fiscalmente, con que el Imserso Instituto de Mayores y Servicios Sociales) mueve, llevándolos de monumento en monumento, a jubilosos ancianos (entre los que siempre tengo la impresión que se cuela algún cazafortunas), para que aprendan o recuerden retazos de Historia, que les servirán para soportar mejor las soledades venideras.

Pero si de verdad quisiéramos enseñar a amar España y conocer su Historia con material inolvidable, tengo inmensa nostalgia de aquellas incursiones, preparadas concienzudamente, y en las que todos teníamos un momento de protagonismo, con las que el catedrático de Historia del Derecho de la Universidad de Oviedo, Ignacio de la Concha, organizaba cada año, bajo el seductor apelativo de "Itinerarios Históricos", la mejor forma de pasar dos semanas a unos cuantos estudiantes elegidos de Primero de Derecho.

A los bienaventurados, aquel despliegue no nos costaba casi nada: Alsa y el Banco Herrero contribuían con sus medios; el rendimiento que sacábamos era, sin embargo, inmenso. Apuesto que nos duran todavía, los réditos de aquellos buceos por las huellas de la Historia, en los que viajábamos, la mayoría, con lo puesto.

 

0 comentarios