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Al Socaire de El blog de Angel Arias

Sobre lo que vale un euro, digo un peine

No llovió mucho desde el 21 de enero de 2011, en que el Consejo Económico y Social Europeo (CESE) emitía un Dictamen sobre el Informe de la Comisión "Hacia un mercado interior del comercio y de la distribución más justo y eficaz en la perspectiva de 2020". Fue un año de tiempo seco, sentir hosco, careto tieso.

Este Comentario no discurre por los caireles meteorológicos, sino que hace referencia a un tema serio: el mercado interior europeo no funciona bien y, por tanto, el euro no tiene el mismo poder adquisitivo, aunque se utilice como moneda única en buena parte del territorio (pero lo será ya, sospecho, por poco tiempo).

Las consecuencias son terribles, porque están provocando flujos distorsionadores de bienes y servicios, ya que el euro de los alemanes, suizos o franceses, por ejemplo, es mucho más fácil de conseguir -para ellos- que el de portugueses, españoles, griegos o italianos.

El informe de la Comisión se concentraba en el sector del comercio, y era crítico -pero, al mismo tiempo, como proveniente de buenos funcionarios, animoso- respecto a los deseos expresos por las autoridades de que los europeos tuvieran en plazo corto, idéntico acceso a bienes y productos, -incluído el trabajo-, dentro de la Unión.

Hay que admirarse del empeño de los comisarios de Bruselas y sus asesores en reflexionar sobre lo que podría ser Europa si estuviera más unida: venga a hacer informes y a emitir propuestas de Directivas, que se acumulan, traspuestas o no, en libros de leyes casi todas incumplibles en las estanterías de los expertos en derecho comparado. Puede que sus detractores convengan en que no se distinguen precisamente por su capacidad para descubrir la pólvora, pero se les debe reconocer el esfuerzo que hacen por comprender una realidad de la que, debido a su trabajo de gabinete, se encuentran bastante alejados.

Cualquiera que se de un recorrido a pie por esa falsa unidad económico-política en la que se debate el neoconcepto de Europa constatará que un euro no vale -porque no sirve igual- lo mismo en un sitio A como en otro B. 

Ni siquiera hace falta cambiar de Estado. Son las "ventajas" del libre mercado, cuano no se le pone coto: Si Vd. puede permitírselo, -perdone el ejemplo nimio- puede comprar un kilo de sharonis en Supermercados Sánchez Romero y pagarlos hasta 2 veces más que en Casa Elías, a pocos metros (claro que en este sitio, tendrá que tomarse la molestia de escoger la fruta Vd. mismo con esas sus manitas que se ha de comer la tierra).

Cuando hace un par de años, al entonces Presidente de Gobierno, Rodríguez Zapatero, un ciudadano rompeguebos le preguntó si sabía lo que costaba un cafelito, la respuesta correcta hubiera sido:

"No tengo la menor idea. El precio del cafélito es libre y cada uno paga por él lo que le pidan, lo que depende del sitio en que te lo tomes. Puedes pagar 5 euros en el Real Club de la Moraleja y conseguirlo gratis con el menú del día en el Bar de Toño. Yo me lo preparo, tanto en mi casa como en el despacho, en la cocina de gas natural, con una cafetera italiana del año de carracuca, con café tostado natural de marca blanca, y que compro en paquetes de 250 gramos, que me sirven para 25 tazas y que adquiero al más barato, de los cinco comercios de abastecimiento que tengo cerca de casa, que visito mientras hago footing (cierran a las 21h30), a precios que fluctúan entre 1,75 y 2,25 euros. "

El CESCE, en su Informe, entre varias constataciones aún más obvias, afirmaba: "Dentro del mercado interior se han observado considerables diferencias de precios en los distintos Estados miembros para productos similares. El CESE recomienda que todo estudio de los precios se centre en la transmisión de precios y márgenes a lo largo de toda la cadena de suministro. El CESE coincide igualmente con la Comisión en que existen varios factores que influyen en la fijación de un precio. Además de los costes operativos, estos factores son, entre otros, las rentas medias de las familias, el IVA, los costes de transporte, los costes de alquiler, los costes salariales, el marco regulador, el grado de competencia o prácticas comerciales tales como la imposición de límites territoriales a la oferta y las prácticas abusivas que tienen lugar a lo largo de toda la cadena de suministro. (...)"

Creo que a la enúmeración, si no es exhaustiva, no le falta mucho para serlo, y sirve a mi propósito de concluir que la Comisión y el CESCE son plenamente conscientes de lo que vale un euro en cada sitio.

Corregir la situación es harina de otro costal. Por eso, le doy toda la razón el presidente Mariano Rajoy: "No necesitamos que nadie nos diga lo que hay que hacer". Puesto que ellos no lo saben, nosotros tampoco. Así que, cuanto menos ruido, más tranquilidad se tiene para decir con rotundidad que vamos a "hacer lo que hay que hacer", o que hemos hecho "los deberes". ¡Vamos, a nosotros con ésas!.

A medida que avanzamos en la oscuridad, me convenzo de que nos vamos a enterar pronto de lo que vale un peine. Me temo que, esta vez, nos va a costar a los españoles bastante más caro que en Alemania.

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