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Al Socaire de El blog de Angel Arias

Actividades generadoras de empleo (3)

En fin, voy al grano. Construyo las conclusiones prácticas de mi argumentación, analizando los efectos de la interacción entre tres de las variables formales más importantes de una economía (típicas de la llamada "función de producción·: trabajo, capital y aportación de tecnología).

La generación de trabajo por la aportación creciente de capital no es una función monótona creciente. A partir de un cierto momento, se produce la saturación de las actividades posibles para un flujo de capitales dado, y la creación marginal de trabajo disminuye rápidamente. Las empresas compiten ineficazmente entre sí, duplican sus cometidos sin que exista mercado, y se destruye empleo, pasando a ser más rentable -desde la perspectiva socioeconómica global, que voy a tratar no perder en este Comentario- la incorporación de tecnología para devolver a los inversores los rendimientos al capital que desean.

La relación entre capital y tecnología es mucho más eficiente: a mayores desembolsos en i+d, todo el mundo está de acuerdo -con la excepción injustificable de algunos gobiernos- en que se incrementa el desarrollo tecnológico. 

En cuanto a las interdependencias entre trabajo y tecnología, mi criterio es que son competidores irreconciliables. Para un entorno dado, el aumento de la tecnología destruye empleo: en una economía expansiva, se puede recuperar con el tiempo, gracias al crecimiento de las empresas tecnológicas, a base de apropiarse de mercados de economías menos avanzadas, a las que colonizarían.

En una economía globalizada, especialmente en las zonas en donde se ha alcanzado la saturación tecnológica para aportaciones dadas de capital, sin embargo, grandes bolsas de trabajo se perderán para siempre: los rendimientos crecerán gracias a los robots, las redundancias serán eliminadas, la mejora de gestión evitará despilfarros y tiempos improductivos, los empleos de menor cualificación serán poco remunerados y, en su mayoría, sustituídos por máquinas..

¿Qué hacer, pues, en una economía de país intermedio? Mi criterio es que hay que comportarse de manera absolutamente pragmática, y tratar de construir una pirámide de empleo posibilista, en la que se dejen, adrede, huecos por cubrir que se confiarán a las importaciones, y que actúe concentrada en las particularidades, ventajas comparativas e intereses específicos del propio país.

Es decir: no se trata de imitar locamente lo que hacen otros -en particular, no lo que hacen los países más avanzados- sino estudiar lo que hacen para, aprovechando sus necesidades no cubiertas, carencias, abandonos de producción o intereses en servicios, ubicar las bases de nuestra producción, pensando, ante todo, en el empleo que podamos generar, pero también en lo que nos cuesta el desempleo que provocan nuestras decisiones.

En la base de nuestro sistema productivo, está el sostenimiento de las siguientes actividades, ampliamente generadoras de empleo: producción agropecuaria, incluída la forestaL; servicios de sanidad y salud, servicios de educación, servicios de apoyo al bienestar (ocio, turismo, hostelería, distribución y comercio, banca), infraestructuras en general, y específicamente, de transporte; construcción y rehabilitación de viviendas; producción de energía; gestión de recursos hídricos; eliminación de residuos; función pública;

En el nivel intermedio (además de parte de los citados, en la medida en que producen bienes más elaborados), se encontrarían: produccción metalúrgica y de aceros especiales; talleres de transformación metalmecánica de piezas contra pedido; minería de metales escasos; fabricación de automóviles y vehículos de transporte; transformación de materiales de fibra de vidrio reforzada y materiales especiales; fabricación de componentes para equipos electrónicos y de comunicaciones; productos para farmacología y aparatos quirúrgicos y para medicina asistencial; etc.

En el vértice se encontrarán los trabajos en investigación en las líneas preferentes de desarrollo para el país. A ese cuerpo de élite habrá que cuidarlo especialmente, consiguiendo la coordinación entre los centros de investigación públicos y privados, remunerando económicamente a los equipos, con solvencia y largueza, y recompensando a los mejores con prestigio social y proyección científica.

(seguiré)

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