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Al Socaire de El blog de Angel Arias

Sobre lo que de verdad oculta Estados Unidos

Eramos, hasta que aparecieron los papeles "secretos" difundidos por Wikileaks, y considerando pros y contras, "algo" admiradores de los Estados Unidos de Norteamérica.

Ahora, una vez que se ha conocido, por la apropiación masiva de documentos confidenciales de los archivos del Estado más poderoso de la Tierra (y, por tanto, más vulnerable), el entusiasmo con el que sus representantes a lo largo del complejo escenario mundial hacen acopio de pequeños y grandes detalles y tratan de influir sobre los personajes y personajillos de los miles de centros de decisión local, nuestra admiración ha crecido varios enteros.

Y todavía ha aumentado algo más, -por influencia indirecta, en este caso-, por la orgullosa explicación del supuesto alcance de la filtración que realiza Javier Moreno, director de El País (EP 19..12.2010), uno de los diarios que, junto a Der Spiegel, The New York Times, Le Monde y The Guardian han tenido acceso al conjunto de documentos hurtados a la custodia de la Administración norteamericana. De su largo relato justificativo tomamos el título: "Lo que de verdad ocultan los Gobiernos"

Nuestra actitud tiene, en este caso, una intención compensatoria, imprescindible en razón del equilibrio que necesitamos para no animar a un suicidio colectivo. El Director de El País, confundiendo su gozo por haber sido destinatario de unos papeles que le han ayudado a levantar algo el periódico -sin rumbo ideológico desde hace tiempo-, se ha pasado al anarquismo. Y eso tiene riesgos, para un diario que aspira a mantenerse/llegar a ser el canal informativo básico de la inteligencia hispana.

Porque si se admite estar de acuerdo con que los papeles de Wikileaks muestran "un desprecio constante por los procedimientos incompatible no solo con el funcionamiento de las instituciones de un país sino también, o especialmente, con la mejor tradición legal y democrática de Estados Unidos" (sic, pág. 7 de EP citado), ¿qué nos queda a los pobres ciudadanos de a pié, que no tenemos más remedio que confiar que alguien lo estará haciendo bien? ¿ Asaltar los palacios, ministerios, juzgados y embajadas? ¿Exponer en la picota a los detentadores de cargos oficiales? ¿Escupir a cualquiera que pretenda reclamar nuestra admiración y respeto?.

Pongamos calma en el asunto. Las embajadas de Estados Unidos estaban haciendo su trabajo, los informes confidenciales estaban hechos con otra intención que la de hacerlos públicos y, en todo caso, lo que cuentan esas notas es una versión de parte. Y, además, necesitamos creer en algo. En especial, en que en los Estados Unidos hay líderes y gentes de responsabilidad que se preocupan por llevar a la humanidad hacia algún sitio. No tenemos alternativa y ya sabemos que, a falta de otra solución, no queda más remedio que sumarse al vivan las cadenas

Lo que de verdad ocultan los Gobiernos de esos 30 países de los que los papeles secretos han puesto nombre y apellidos a sus funcionarios dicharacheros a cambio (en principio) de solo una buena comida y unas copas de licor, es que Estados Unidos les marca las líneas fundamentales de la política exterior y, a cambio, tienen que ofrecer algo de información de sus entresijos propios. Pero ya lo sabíamos.

Lo que de verdad oculta El País es que la división en pequeñas dosis y con aires de gran escándalo, de los papeles de Wikileaks, es una operación comercial que pretende dar algunas alas nuevas a una forma de hacer periodismo que se está muriendo. (Podemos comparar su actitud con la decisión, menos mercantil y más periodística de Der Spiegel que ha editado por 4,5 euros un cuaderno con las filtraciones relevantes).

Lo que de verdad oculta Estados Unidos es que dedica mucho dinero y mucho esfuerzo a tratar de entender un mundo complejo en el que está perdiendo capacidad de liderazgo a expuertas y, además, que esa operación ingente se sigue realizando con las características de ingenuidad, disciplina, patriotismo, trabajo, que caracteriza al pueblo norteamericano.

Sería interesante que El País se preocupara por obtener los papeles confidenciales de la Administración española, las notas internas que las personas aquí utilizadas como presuntos confidentes hicieron para sus superiores. Pero seguro que no existen. Y es también fácil adivinar porqué.

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