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Al Socaire de El blog de Angel Arias

Sobre la frustación de Obama y el enemigo chino

Al presidente norteamericano Barak Obama le ha crecido un falso enano que se llama la República Popular China. Puede fundamentarse su descalabro electoral con argumentos variopintos, pero el más consistente nos parece reconocer que si China no estuviera demostrando una capacidad de desarrollo acelerada, asimilando todo tipo de tecnología como una gigantesca esponja (perdón por la trivial pseudometáfora), y poniendo sobre cualquier tapete comercial una competitividad sin rivales, a los Estados Unidos de Norteamérica y a su presidente le hubiera ido mejor en las elecciones del 2 de noviembre de 2010.

En la rueda de prensa a la que Obama compareció después de haber perdido la mayoría demócrata en la Cámara de representantes y conservado por los pelos el control del Senado, el mandatario dijo reconocer que "el pueblo norteamericano estuviera profundamente frustrado" y que quizá "estuviera perdiendo la sintonía con el pueblo". Una muestra de sinceridad que honra la claridad en la expresión de los sentimientos propios y ajenos que nos sorprende (a veces) de los norteamericanos.

Podría creerse que a Obama le quitaron apoyos quienes temen porque la cobertura sanitaria aumente el riesgo de "llevar el país a la bacarrota" o que "las medidas anunciadas van más lento de lo esperado", o, simplemente, que la gente se ha cansado algo de un Presidente que se expresa con las ideas del vecino del primero con vocabulario rebuscado en los patios de Harward.

Pues no. El probelma de Obama es el mismo que tienen aquellos países que confiaron su desarrollo en la huída hacia delante, y esa fuga se traducía en aprovechar la capacidad de consumo -estimulada con pautas razonables, moderadas, controladas- de los emergentes.

Resulta que China, -y, en menor medida, Brasil e India- han roto las amarras y sus bloques de alta competitividad y bajo coste navegan peligrosamente por el mar de la tranquilidad (siempre relativa) en el que los norteamericanos y europeos habían asentado sus buques de paseo.

Por eso Obama apeló a lo que une -o debiera unir- a los norteamericanos, independientemente de sus aficiones demócratas o republicanas- "el enemigo común" (1). No lo nombró por su nombre, pero lo invocamos aquí: China. Por eso no le salen las cuentas.

(1) "In this century, the most important competition we face is between America and our economic competitors around the world. To win that competition, and to continue our economic leadership, we're going to need to be strong and we're going to need to be united."

 

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