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Al Socaire de El blog de Angel Arias

Sobre los distintos tipos de ferentes y su interés

Si alguien tiene la llave de la caja en donde se han guarecido los buenos espíritus, ya es hora de que la abra, los libere y nos devuelva a todos el ánimo para trabajar seriamente, poniendo en su sitio a los que se empeñar en teorizar sobre lo que deberíamos hacer para salir de esta crisis.

No será fácil deshacerse del maleficio por la que, a cada paso, como quien abre la gabardina para enseñar sus miserias pudendas, alguien nos aborda -en un Congreso, un Seminario, una reunión, en el bar o en la calle- para lanzarnos un discurso acerca de lo conveniente para enderezar la economía.

El día 21 de octubre de 2010 tuvo lugar el XXIV encuentro de "referentes en plenitud", que organiza el MITYC, a través de la organización Trainer Work Centers, que preside -en España- Ramón Pujades.

Pues bien: al margen de la pomposidad de las presentaciones del evento -con un lenguaje y términos que parecen del siglo XIX-, de la exigüa oportunidad de expresar alguna idea que se concede a los mini-ponentes (cinco minutos de intervención), de la improvisación confesada de muchas intervenciones (varios de los ¿quince? conferenciantes reconocieron que habían sido abordados en la noche anterior, o incluso a la entrada, para decir algo), he aquí una buena idea.

Es una idea estupenda reunir a grupos de emprendedores con representantes de la administración y la Universidad, para que, simplemente, se conozcan, comenten, hablen distendidamente. Lo que digan, es lo de  menos.

Y eso merece todo nuestro aplauso. No solo el nuestro, que vale poco, sino más, más, vítores, por favor.

Porque hay muchos tipos de ferentes. Los que aportan regalos, como recordaba Asterix, parodiando a Virgilio merecen desconfianza: Timeo Danaos et dona ferentes (Beware of the Greeks bering gifts, dicen los ingleses).

Los indiferentes son, quizá, los más peligrosos. Y los referentes, sobre todo, si no se lo creen, merecen respeto. En la reunión del 21 de octubre, por misterios aún no descubiertos del porqué de las cosas, Ramón Pujades consiguió reunir unos cuantos.

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