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Al Socaire de El blog de Angel Arias

Sobre la intensidad del presente

Hay momentos que vivimos con mayor intensidad, en los que parece acumularse la carga emotiva. Esa sensación solamente la percibimos desde el presente, bajo la forma de un acaloramiento especial, una tensión del alma que dilata el ahora, haciéndonos creer fugazmente que esos instantes son más duraderos.

Lo llamaríamos "intensidad del presente", y si fueramos capaces de medirla y representar su evolución a lo largo de nuestra vida en un diagrama tiempo-intensidad, obtendríamos la secuencia de las cargas emocionales que han conformado nuesra existencia.

Si esto le pareció demasiado simple, le aconsejamos que espere a leer lo que viene ahora para calificarlo.

Cuando supimos que Melanie Griffith tenía como libro de cabecera "El poder del ahora (una guía para la iluminación espiritual)" de Eckhardt (Ulrich) Tolle, nos apresuramos a adquirirlo (10 euros, Gaia Ediciones, 2010). Conocer algo mejor los entresijos de la mente de la simpática actriz que ha decidido pasar el resto de su vida entre Antonio Banderas y sus períodos de desintoxicación merece la pena.

El libro no decepciona, desde luego. Este best seller (denominación que se consigue en EEUU escribiendo cualquier simpleza y que se traslada al cabo de unos meses o años -en este caso, el libro fue escrito en 2001- a Europa en una traducción que parece realizada por un estudiante de filología de segundo curso) es una colección de consejos para (tratar de) adquirir el control sobre el sufrimiento.

La clave de tal logro, si hemos entendido bien, es disfrutar del ahora, sin preocuparse por lo que se ha sido o se podrá ser, considerándonos como algo completo.

Para fundamentar este y otros postulados, Eckhardt recurre a lo que haga falta: "Una de las grandes comprensiones aportadas por la física moderna es la de la unidad entre el observador y lo observado: la persona que dirige el experimento -la conciencia observante- no puede separarse del fenómeno observado, y si miras de otra forma, el fenómeno observado se comportará de manera diferente"

Esta referencia elemental a la cuestión de la relatividad, teoría, como se sabe, abordada originalmente, no por Albert Einstein (1905) , sino por Jules Henry Poincaré y Hendrick A. Lorentz (1904), no aporta, en verdad, mucha enjundia, para reforzar las ideas de Eckhardt, un filósofo más bien de andar por casa que se cayó de su caballo particular cuando tenía 29 años y estaba en un tris de suicidarse. 

Más bien al contrario. Creemos que, si bien está el avanzar en el conocimiento de uno mismo, mediante la prospección y, sobre todo, por la vía catártica, aprendiendo a no dar importancia a lo que nos ha sucedido ni nos sucederá, lo que evitará agobiarnos, es imprescindible que algunos genios nos ayuden a entender mejor el cosmos.

Porque para entender lo que pasa alrededor, y poder disfrutar mejor de lo que tenemos a disposición, sin caer en un misticismo arrebatado propio de santones e iluminados, necesitamos que haya seres superiores entre nosotros, con muy amplios e innaccesibles (al resto) conocimientos de física, química física, matemáticas e ingeniería (entendida aquí como praxis de las anteriores ciencias), además de un buena base de filosofía para formar la coctelera.

Y es que, además de propugnar la alternativa de una vía beatífica válida para los más simples -a los que no despreciamos, en absoluto-, algunos -qué se le va a hacer- no cejamos en animar a que se mejore la educación de los que van a forma la vanguardia de nuestra sociedad, para que puedan explicarmos, siempre mejor, qué hacemos aquí, por qué razones, a cuénta de qué diantres.

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