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Al Socaire de El blog de Angel Arias

Sobre los interlocutores en una huelga general

Sobre los interlocutores en una huelga general

Escribimos este Comentario el día 29 de septiembre de 2010, en que está teniendo lugar una huelga general en España, convocada por los sindicatos UGT y CCOO. La "quinta del gobierno socialista". (Se dice en otros lugares, la séptima de la democracia, o la décima del País Vasco -siempre a la cabeza- ).

Son las ocho y media de la mañana. Las noticias que venimos escuchando reflejan normalidad, dadas las circunstancias. No se detectan incidentes graves, a salvo de algunas contusiones producto de forcejeos entre componentes de piquetes, por un lado, y policías y empleados que hubieran deseado trabajar, por otro.

Los organizadores proclaman el éxito en el seguimiento de la huelga, que habría alcanzado más del 70%.

El Gobierno, por su parte, defiende que se están cubriendo los servicios mínimos, especialmente en el transporte, y aplaza hacer una valoración hasta conocer más datos.

Nosotros no tenemos empacho en hacer una valoración. En verdad, ya la teníamos hecha desde días antes. Es imposible no advertir que, para los líderes sindicales, la huelga general es el objetivo y que, por tanto, el éxito de su seguimiento es relevante en sí mismo. Quizá, lo único relevante.

Por ello la importancia que se concede a la labor disuasoria de los piquetes respecto a los que piensan incorporarse como habitualmente a su trabajo, de ahí la necesidad de plasmar la presión con amenazas verbales cuando no físicas. Porque la plasmación del miedo, la implantación del criterio de "para qué me voy a meter en líos", es un móvil cuya entidad supera en capacidad de movilización a los objetivos oficiales.

Y es una lástima, porque, ya que se ha decidido realizarla, la jornada de huelga general debiera ser una jornada dedicada a la reflexión general respecto a discutir y seleccionar las propuestas respecto a lo que hay que modificar, introducir y hacer para mejorar lo que nos preocupa.

Como el objetivo es la huelga general, los miles de sindicalistas españoles han desplegado una acción guerrillera que ha comenzado de madrugada, presionando para que los conductores y encargados del transporte público y de los servicios básicos (reparto de alimentos en los mercados centrales, sanidad, recogida de residuos, etc.) se vean reducidos a su mínimo.

Si se analizan con independencia ideológica los argumentos esgrimidos por los sindicatos para convocar la huelga, aparecerá claro su carácter difuso, etéreo, incluso inconsistente.

Cándido Méndez, el secretario general de UGT declaraba, en el programa 59 segundos en TVE, que la huelga "es por el cambio del modelo productivo".

No habría que culpabilizar a Méndez de la falta de ideas general del país. Es solo un ejemplo, aunque significativo. Como ideólogo de la gestión empresarial intuitiva, obviamente rebosante de la confianza conseguida a base del ejercicio del perfeccionamiento de su imagen ante los incondicionales, Méndez no tiene más remedio que mezclar obviedades, cifras genéricas, viejos lemas y confusas frases sin contenido aparente.

Por supuesto, la huelga es un derecho constitucional. Lo que ya no se entiende es que se realice "para no quedar en vía muerta de la recuperación". No saldremos en defensa del débil gobierno de Zapatero, al que no negamos buena voluntad, aunque no nos basta ser buena gente, porque no competimos para ganar el cielo. Pero nos resulta ininteligible la frase, viniendo de un sindicalista que milita en el partido del gobierno, de que "haya que empezar a hablar de recaudación en términos de eficacia".

Y más cosas. Entendemos bien que el crecimiento del número de desempleados sea un grave problema, (más que para los sindicatos y los que tienen empleo, justamene, para los que no lo tienen), pero discrepamos de que "esta reforma va a provocar una gigantesca labor de sustitución", pues hace falta aligerar a las empresas de ineficientes y vagos, y no imponerles el mantenimiento a ultranza -hasta su quiebra- de la plantilla.

En fin, tampoco entendemos a qué viene al caso el que " se está debatiendo en Europa que pueden quedar cientos de miles de trabajadores parados de larga duración que no van a volver al mercado", cuando se está justificando una huelga general en España, no en Bruselas.

Mucho menos comprendemos esa obstinación sindical en ver al empresariado como el enemigo a batir, a presentarlo como "enfrente", y no "al lado". Habría motivos para objetar, por supuesto, la posición específica de algunos empresarios, anclados en la edad de piedra,  incluso de ciertos "representantes" empresariales que recuperan frases de la época del inmovilismo y de la falta de sensibilidad social.

Qué más da, en todo caso, cuál sea el contenido verbal de los mensajes. Los interlocutores en la huelga general no están en el Gobierno ni en los empresarios, a los que los sindicatos reconocen debilidad y falta de credibilidad.

Resulta que los interlocutores forzosos, los destinatarios del castigo que supone la huelga general, somos todos nosotros, el pueblo llano, la gente que no fuimos, iremos ni iríamos jamás a una huelga general. Esta silenciosa mayoría que lo que desearíamos es tener un puesto de trabajo estable, adecuadamente remunerado, en una empresa transparente, eficaz, segura.

Los castigados somos nosotros, todos, los que jamás tendríamos una representación sindical, ni nos afiliaríamos tampoco a un sindicato en el que una buena parte de los "liberados" parecen disfrutar de unas permanentes vacaciones, gozan de ventajas económicas y estatus que no sabrían explicar y que nos pretenden enardecer con discursos que se dirían surgidos de la exaltación vinícola y no de la reflexión.

Tenemos algo que pedir. Nosotros, los empleados y desempleados sin partido y sin sindicato. Deseamos menos teatro de unos y otros, máxima claridad en las cifras por parte de quienes manejen la información, completa lealtad en los planteamientos, sin calentar motores de coches que no se sabría conducir.

Queremos más estabilidad, tranquilidad social, que se valore el trabajo bien hecho y el ingenio bien empleado y..., desde luego, queremos muchas dinámicas empresas en las que, unidos, empresarios y trabajadores, se haga todo lo posible por garantizarnos el empleo con el que pagar, no los lujos, sino las necesidades básicas de nuestra existencia y las de nuestra familias.

Todo ello, en el marco que hayamos decidido mayoritariamente y con la interlocución, nada crispada, sino atenta a lo que le decimos, de un gobierno competente para gestionar tanto la crisis como la bonanza.

(Nota: El dibujo que acompaña este comentario fue realizado en una hoja de las agendas Mirga que se entregaban puntualmente a los empleados de Ensidesa -entonces llamados productores- el miércoles, 15 de agosto de 1973. Llovió algo, pero los lodos son parecidos.)

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