Blogia
Al Socaire de El blog de Angel Arias

Sobre el mérito de saber pasar desapercibido

Pasar desapercibido es muy fácil; saber hacerlo, es un arte, un trabajo, un mérito.

Cuando hay cientos, miles de personas que hacen lo mismo que nosotros a cada instante, millones con idénticas preocupaciones y propósitos, confundirse con ellas, de manera que un observador sea incapaz de destacar a nadie, porque todos le parezcan absolutamente indeferenciables, es una consecuencia natural de la similitud.

En la naturaleza, podemos encontrar situaciones en las que algunos depredadores (por ejemplo, tiburones) escogen al azar sus víctimas. Moviéndose con violencia desde dentro del banco de arenques, sardinas o caballas, la salvación de éstas no será consecuencia de ninguna posible estrategia individual, da igual lo que corran, bullan o molesten, sino que dependerá de su suerte, de la casualidad.

No parece ser ese el escenario habitual: los carnívoros suelen preferir seleccionar a los más débiles, las crías recién paridas, los ejemplares viejos o enfermos.

Entre los seres humanos las cosas son bastante diferentes, porque hace tiempo que no nos comemos unos a otros. Pero como existen grupos dominantes y dominados, la cuestión de pasar o no desapercibido cobra significado.

Para entrar en los grupos de poder, junto a la condición mayoritaria de tener avalistas o la muy estrambótica del mérito, una puerta bastante ancha es la de saber pasar desapercibido.

No significarse, no presentar polémica, no aportar idea alguna: limitarse a sonreir, estar presente, aguantar. Llegará un momento en que, desaparecidos todos los competidores que hubieran creído que la actividad, la propuesta de ideas, la voluntad de mérito, en suma, les abriría la entrada a la élite, se encontrarán en la primera fila y serán laureados.

Así se explica que, junto a los que toman decisiones en su conveniencia, en muchos centros de poder, que deberían ser foros de discusión y polémica, haya tantos ineptos, ineficaces, torpes de solemnidad, que asistirán callados, vacíos sus cerebros, apocadas de inactividad las mentes, a reuniones y cónclaves en los que avalarán con su silencio cómplice el festín de los verdaderos depredadores.

(Este Comentario no hace justicia a aquellos, que no serán pocos, que se esfuerzan en pasar desapercibidos, no para conseguir prebenda alguna, sino porque han decidido vivir sin ambiciones.

No importa si desengañados como consecuencia o a priori, cautos por convicción o por naturaleza, se han vuelto agnósticos para todo lo que pueda conseguirse, y, salvando sus muebles, andan solo ocupados en lograr que otros no les quiten el sol; y, sobre todo, que no les hagan daño, les dejen tranquilos en su tonel, esquivándolos como pueden, los muchos tocapelotas, enredadores, gañanes, matones, como andan por ahí escaciplando sin propósito o importunando sin razón, especialistas en dar pellizcos, pescozones y pataditas a los pacíficos, encontrando mérito y disfrute en sacarlos de sus casillas).

0 comentarios