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Al Socaire de El blog de Angel Arias

Sobre la belleza del cuerpo humano

Sobre la belleza del cuerpo humano

Ahora que estamos en verano y, como a pesar de las claras indicaciones sobre los riesgos de tomar el sol a porta gayola, el personal sigue despelotándose en las playas, podemos encontrar material de primera mano suficiente para analizar las condiciones estéticas del cuerpo humano.

Es evidente que estas apreciaciones serán siempre subjetivas. Aunque existen datos para afirmar que se puede contar con un general consenso a la hora de atribuir belleza canónica a algunos especímenes, si detectados en su sazón, también es cierto que parece darse una clara propensión a no valorar en demasía los defectos propios, lo que conduce a que no se está en igual condición de juzgar la fealdad o belleza del otro si resulta que hay en él la misma o parecida nariz prominente, orejas de soplillo u ojo casibizco.

También hay que considerar la influencia decisoria del paso del tiempo. No es lo mismo Laura Antonelli -valga como ejemplo- en sus 30 que con los kilos de más que la edad y las tribulaciones le han puesto.

Tampoco hay porqué descabalgarse con un "yo de belleza masculina no entiendo", siendo varón heterosexual, porque todos hemos envidiado a un Rock Hudson (antes, ay, de que se descubriera gay) o a un George Clooney (del que no consta, para defensa de puristas, al menos hasta el momento, otra propensión que al sexo-género tenido por opuesto).

Pero a lo que íbamos. Del espacio muestral disponible, cabe deducir que, a diferencia de lo que podemos apreciar en la inmensa mayoría de las restantes especies animales, el período en el que el ser humano goza de presunción estética es muy pequeño. No hay, por supuesto, mociquina de a quince que no sea guapa o fea. Hay, para envidia de casi todos, unos pocos ejemplares humanos que tienen, entre los 16 y los 35, una incuestionable belleza.

A partir de ahí, ni las inyecciones de botox, ni las operaciones de cirugía estética, ni las asistencias al gimnasio, pueden evitar que, llegados los cincuenta, las ojeras, los michelines, los inoportunos colgajos dérmicos y los achaques físicos y síquicos de la más variada naturaleza, desaconsejen la exhibición pública de nuestro deterioro.

Claro que, como cada uno es libre de hacer lo que quiera con lo suyo, siempre que no cause mal a otro, nada impedirá que se muestren, incluso con incomprensible ostentación, las muestras de la fealdad en que se convierte el cuerpo humano.

A los amigos de lo estético solo nos queda la opción de mirar hacia otro lado o concentrar la visión en esos jóvenes -reconocemos aquí nuestro sesgo sexual, afirmando sin tapujos y sin asomo de perversión que estamos especializados en cuerpos femeninos- que aún no han tenido tiempo a darse cuenta que lo nuestro es humano, que se deteriora sin posibilidad de contención, que el atractivo de la carne, perece.

1 comentario

Constantino -

Hombre, Ángel: mi indudable belleza de 120 quilos no creo que pase inadvertida a nadie,,,