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Al Socaire de El blog de Angel Arias

Sobre la vivienda del futuro

Sobre la vivienda del futuro

La intención hay que juzgarla como buena, pero los resultados han sido pobres o, cuanto menos, desconcertantes.

La exposición-concurso Solar Decathlon (organizado por el Departamento de Energía de los Estados Unidos desde 2002) ha reunido esta vez en Madrid, a orillas del río Manzanares, a diecisiete modelos de viviendas energéticamente muy eficientes, diseñados por grupos de alumnos de otras tantas Universidades de Arquitectura. En las ocasiones anteriores las "villas solares" se habían montado en el National Mall de Washington.

Se trata de viviendas que, deben aprovechar en exclusiva la energía solar, compitiendo también en aspectos de funcionalidad, estética, sostenibilidad (palabra que a los arquitectos les produce el comprensible rechazo, pues las edificaciones no están hechas para caerse). Todas ellas, por tanto, integran placas solares, buscan la orientación de máxima insolación y utilizan materiales baratos y aislamientos térmicos, además de los correspondientes ingenios de acumulación y cesión de ese calor, para mantener relativamente confortable la temperatura interior.

Los problemas técnicos centrales de estas viviendas hace ya algún tiempo que están resueltos y lo que se trata ahora, pues, es comprobar cómo esos condicionandos energéticos se traducen en diseño y, por supuesto, cuánto cuesta al habitante cada invento.

Aquí se produce la decepción, pues las casas presentadas son, -ya se sabe que para gustos hay colores-, estéticamente poco atractivas, produciendo un indeseable efecto-desolación -valga el juego de palabras-, cuando se las observa así, alineadas, diminutas, heterogéneas, pero, en esencia, cajitas junto a cajitaas, teniendo como fondo el perfil imponente de esa parte de Madrid, poco conocida del citadino madrileño.

El propósito de ser lo más autosuficiente posible en la producción de energía no es baladí. La Directiva Europea 2002/91 relativa a la eficiencia energética en Edificios,  obligó a replantear la Ley de Ordenación de la Edificación 38/99, y a revisar tanto el reglamento de instalaciones térmicas (RITE) como a desarrollar un sistema de calificación energética de los edificios (CALENER), creando nuevos marcos -de definición exacta, algo imprecisos- para cumplir los objetivos de ahorro de energía en los edificios, tanto de nueva construcción como de los existentes.

Pero las soluciones individuales están lejos de la casa ideal por la que alguien quisiera gastarse el dinero para vivir en habitáculos de 25 m2, con el techo sobrecargado de placas y el interior -o la caseta de al lado- lleno de artilugios. Tal vez la casa de la Universidad de Tongji conserve la mayor parte del atractivo que esperaríamos encontrar en una casa chalet a la que huir desde la ciudad, pero ¿merecería la pena el sacrificio de ubicar ese cajón en medio del campo yermo?.

Un invento paralelo nos ha llamado la atención, pues puede ser de aplicación en los países pobres en los que la leña es escasa y el sol achicharra. Una cocina solar tipo parabólica de aluminio refrectante parece útil para que coman caliente -si tienen qué- en poblados africanos. En Madrid, sin embargo, para cocinar los alimentos, habría que esperar a un día de sol intenso (el 26 de junio de 2010 en Madrid no lo fue) y adaptarse a bocadillos el resto del año.

Volviendo a las viviendas, y oyendo las opiniones de técnicos escépticos, poco tenemos que inventar por estos lares. Las casas de campo tradicionales, con las fachadas con ventana orientadas en dirección norte sur, y los otros laterales cerrados, y sus paredes de anchos espesores -más de un metro, muchas de ellas-, conservan el calor del día en invierno y son frías en verano. Se puede combinar la cuadra y la cocina en el piso inferior con las habitaciones en el superior. Tenemos, además, el botijo, la sandía y, en invierno, la manta toledana.

Y siempre queda la opción de volver a las cavernas, envueltos en pieles de mamíferos, si es que no nos apetece ya vivir en una casa con vecinos.

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